¿Qué es la resiliencia financiera?
La resiliencia es un término que proviene de la psicología y que remite a la capacidad de una persona de prevalecer frente a circunstancias adversas mediante la aplicación de conocimientos previos, determinación y competencia en la resolución de problemas de distintos niveles de complejidad.
En el ámbito financiero, el concepto se aplica a circunstancias de índole económico-financieras que pueden presentarse durante el transcurso de la vida adulta. Dichas circunstancias pueden disponer de distintos grados de severidad y complejidad. Sin embargo, la resiliencia permite reducir la incertidumbre y tomar decisiones.
Entre las principales circunstancias económicas adversas en las que una persona puede encontrarse, pueden mencionarse la pérdida de empleo, el divorcio, la pérdida de los ahorros o la desvalorización de los activos de inversión —entre muchos otros—. Frente a ello, la resiliencia debe acompañarse de técnicas de gestión del riesgo.
Del mismo modo, la incertidumbre y el impacto sobre nuestro estado de ánimo también puede resultar un factor determinante. Por lo tanto, la resiliencia aboga por practicar una mentalidad de calma y determinación que favorezca acciones eficaces para revertir la situación. La resiliencia se considera, por ello, una competencia que debe perfeccionarse.
La resiliencia financiera supone una mejora en nuestra preparación para este tipo de situaciones y la habilidad de prevalecer sobre las circunstancias desde un punto de vista constructivo. Esta noción además supone los postulados que se desarrollan a continuación y que confieren las capacidades y competencias necesarias para hacer frente a cualquier escenario económico adverso.
Resiliencia financiera y capacidad de ahorro
El primer gran recurso que la resiliencia financiera supone es la capacidad de ahorro. Se trata de una actividad constante que debe practicarse de manera continua, atendiendo a las necesidades de presupuesto y los gastos innecesarios. Mantener un régimen de ahorro estricto que permite dedicar parte de los ingresos a constituir un fondo de necesidad resulta fundamental para que, en caso de una eventualidad económica significativa, dispongamos de cierta autonomía.
Entre las principales nociones a tener en cuenta para constituir un fondo y trabajar nuestra capacidad de ahorro, se destaca la supervisión constante del gasto . Esto es, reducir los gastos innecesarios y recurrentes. Asimismo, establecer distintas fuentes de ahorro —plazo fijo, inmuebles, etc.— permite cuidar el mismo ahorro para que no se vea afectado en tiempos de crisis e inflación.
Desarrollar un plan financiero
Un análisis pormenorizado de nuestras finanzas y la confección de un plan financiero que nos permita afrontar situaciones difíciles nos permitirá mejorar el nivel de respuesta ante dichas situaciones y la eficacia de las decisiones. Por lo tanto, resulta fundamental disponer de opciones de financiación, proyecciones de rendimiento del ingreso y planes específicos para distintas circunstancias.
Dentro del plan financiero también deben incluirse los distintos gastos financieros actuales: en caso de solicitar un préstamo, una hipoteca o un crédito, es necesario que los pagos sean proyectados en una planilla financiera con un cronograma detallado de los gastos que supondría retrasarse con los pagos, refinanciar la deuda o recurrir a una cancelación.
Estudiar y aprender
Si bien los dos apartados previos resultan muy eficaces para preparar a la persona para hacer frente a circunstancias económicas adversas, lo cierto es que cualquier decisión o plan del que se disponga debe basarse en conocimientos fehacientes. Estos deben considerar los recursos económicos, los instrumentos financieros y las disposiciones legales que les corresponden.
La falta de conocimientos en materia económica y financiera puede constituir una debilidad muy importante cuando la persona se enfrenta a situaciones de gravedad económica. Es por ello que deben estudiarse fundamentos en economía doméstica, conocer los productos y servicios financieros disponibles en el mercado y las opciones legales que nos permitan reducir el impacto de la insolvencia.
Asistencia y asesoramiento profesional
Una buena manera de establecer un plan de emergencia en caso de una eventual crisis en nuestra economía, es recurrir a una profesional en materia de ahorro y finanzas. De ser posible, un profesional de este tipo puede revisar el plan financiero y aportar conocimientos más precisos sobre las diferentes áreas de resguardo. El costo de ello resulta marginal en relación con los beneficios que supone la resiliencia financiera.
En este sentido, las opciones son muchas: desde contadores hasta asesores financieros, bancos y agentes de inversión, confeccionar un plan financiero eficaz resulta muy accesible y permite reducir el riesgo frente a contextos económicos como el actual. Esto es especialmente cierto en caso de disponerse de un patrimonio variado cuya gestión representa tiempo y esfuerzo.
La economía doméstica y las finanzas personales pueden resultar abrumadoras para las personas sin experiencia en la materia. Sin embargo, existen ciertos criterios a tener en cuenta que permiten reducir el riesgo y tener un plan de acción frente a situaciones adversas. La llamada resiliencia financiera resiliencia financiera resulta muy eficaz para ello.